martes, 21 de junio de 2011

Exploración psicológica y cultural acerca de la iconografía en la obra de Quaintance




En este apartado intentaré construir una propuesta para la interpretación de las obras de Quaintance, buscando el diálogo entro lo cultural, lo psicológico y lo estético, de manera que se pueda buscar llegar a la comprensión del artista y su obra en el contexto que la produjo, con la esperanza de ofrecer resultados iluminadores para el entendimiento de las representaciones estéticas del autor. Esta dinámica me parece de suma importancia pues parto de la siguiente premisa:

“A pesar de los distintos intentos reduccionistas, el arte está lejos de ser un fenómeno individual, y posiblemente sea tan incorrecto querer dar cuenta de él desde perspectivas individualistas que nos remita a cuestiones como la personalidad del artista o al funcionamiento del sistema nervioso [percepción] del espectador, como intentar hacerlo desde posiciones deterministas sociológicas que plantean los fenómenos artísticos como resultado directo de las relaciones socioeconómicas propias de un momento histórico especifico”.

Por lo anterior me parece importante analizar la obra de Quaintance a partir de un diálogo dinámico e interactivo entre los mencionados campos estético, psicológico y cultural.
Como se mencionó en el apartado anterior, Quaintance en todas sus obras pinta a hombres jóvenes con una definida musculatura. Cabe señalar que a pesar de la diversidad de tonalidades de piel a las que recurre, especialmente morena, retorna al ideal de belleza masculina de la Grecia clásica, pues en la antigüedad griega:

“el físico adolescente se convirtió en el objeto de una suerte de valoración cultural insistente en grado sumo. Que el cuerpo masculino pueda ser bello, más allá de su primer encanto, los griegos no lo ignoraban ni lo olvidaban; la estatuaria clásica se dedica con fruición al cuerpo adulto[…] Pero en la moral sexual, es el cuerpo juvenil con su propio encanto el que se propone regularmente como "buen objeto" del placer”.

La propuesta estética de George Quaintance se encuentra fuertemente arraigada a la valoración de las representaciones homoeróticas, el hombre joven con una musculatura definida como paradigma e ideal de belleza por eso se afirma que:

“George Quaintance fue una de las figuras más influyentes en un estilo único de arte de América […] Aunque pocas personas fuera del mundo gay lo saben, Quaintance fue un pionero de la pintura del físico masculino. Este género anunció una nueva conciencia gay estadounidense en la década de 1950”.


Ariel Álvarez, en relación a los cánones estéticos de Quaintance, explica:
“Sus pinturas de cuerpos musculosos y desnudos de vaqueros rubios, poderosos indios morenos y espectaculares héroes griegos definieron al ahora conocido erotismo masculino y crearon un estilo único [...] Con sus composiciones de colores fuertes y surrealistas, y las facciones de sus modelos que parecían surgir de las páginas de los comics, plasmaba en sus lienzos momentos de intimidad entre hombres que conectaban a la comunidad gay, ilegal y perseguida por aquellos años, con uno de sus primeros espacios referenciales en el arte. Quaintance creó al estereotipo del “macho semental” que, además, era homosexual”.

El imaginario que Quaintance creó a través de sus pinturas fue una potente influencia en artistas como Etienne, Steve Walker, Harry Bush, Jacques Sultana, Paul Richmond, Steven Corry, Adriaan Lizroth, entre otros que posteriormente tratarían los temas homoeróticos masculinos, mismos que a la vez impregnarían mediante sus ideas una serie de valores buscados por el movimiento gay en distintas partes del mundo. Estos ideales se manifiestan actualmente en las marchas por el orgullo gay, expresiones artísticas y carnavales de la diversidad sexual:

“Él (George Quaintance) abrió camino a otros artistas famosos, como Tom of Finland. De su mano e imaginación brotaron esos vigorosos cowboys, latin lovers, operarios de torsos escultóricos y culo prieto que pueblan el imaginario homosexual […] Cualquier marcha del Orgullo Gay debería detenerse siempre un minuto para rendir homenaje a este virginiano que dio las primeras puntadas en una estética homo que inunda hoy las calles del mundo”.

Es importante mencionar que a través de la obra de Quaintance se puede detectar una patología narcisista: “Perfeccionista no sólo con su arte sino con su cuerpo, se retrataba habitualmente con una imagen idealizada de sí mismo” declara Ariel Álvarez. Lo cual responde a una creencia que Freud tenía:

“Hemos comprobado que muchas personas, y especialmente aquellas en las cuales el desarrollo de la libido ha sufrido alguna perturbación (por ejemplo, los perversos y los homosexuales), no eligen su ulterior objeto erótico conforme a la imagen de la madre, sino conforme a la de su propia persona”.

Sin embargo, aceptar este postulado de Freud, quien considero durante sus primeros trabajos la homosexualidad como un problema o desorden psicológico, implicaría por tanto, la búsqueda de una patología en la homosexualidad, siendo contradictorio a la declaración de 1973 en que se elimino la homosexualidad del catálogo de enfermedades de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos. Es difícil sostener que la homosexualidad tiene como característica el narcisismo a estas alturas, y a la vez paradójico cuando se conoce la obra de distintas pintoras y pintores que han utilizado los autorretratos, no siendo necesariamente homosexuales por el hecho de ser protagonistas en sus pinturas.

En un sentido hipotético se puede pensar que Quaintance se auto representa pictóricamente junto a su objeto de deseo; jóvenes con rasgos latinos y poseedores de un cuerpo trabajado. Contraviene de forma directa a la idea de sublimación de Freud; quien utiliza el término para explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como actividad de sublimación principalmente la actividad artística y la investigación intelectual. Por tanto, Quaintance no podría asumirse bajo el complejo concepto de sublimación, ya que él utilizó la pintura como una forma de manifestar su orientación sexual, pulsional, manifestando el deseo a través de representaciones explícitamente eróticas, esto se corrobora con las declaraciones de Lola Huete que argumenta:

“impactó en su entorno con su talento, su vitalidad, su particular estética, sus novios latinos e indios […] su amor por lo multicultural […] En sus primeros trabajos pintaba hombres idílicos solos. Al final de su vida, eran piezas de relaciones eléctricas entre varios […] Hombres con hombres entre los que hay relación sentimental, no solo sexo. Sus personajes se miran, se ofrecen y prometen uno al otro, se desean.”

Esto muestra la afición e inclinación que tenía hacia un estereotipo de hombres, revelando también el placer que le causaba pintarse al lado de ellos, es por tanto un juego entre el erotismo, la sensualidad, el deseo y sus representaciones oníricas.
Ahora bien, en relación con la estética que retoma de los espacios rurales de Estados Unidos, de los rancheros mexicanos que tienen una influencia fuerte de la cultura española al igual que de la tauromaquia y por ende todo el imaginario relacionado con las botas, zarapes, sombreros, pantalones vaqueros de mezclilla, etcétera, seguramente provienen de fijaciones obsesivas que se generaron en su niñez, pues:

“nació en Virginia entre ganado y desde niño estuvo dotado para el dibujo. Es fácil visualizar Virginia y mucho más un rancho en ese lugar y aquel tiempo. “Mis antepasados fueron todos granjeros”, dijo él en una revista antes de morir […] George, al parecer abiertamente afeminado desde niño […] realizó su travesía particular desde lo rural hasta lo metropolitano”.

Posteriormente regresó a vivir a un rancho en el cual murió, es pues su situación vivencial en relación con su matriz cultural en la etapa de la niñez y adolescencia la que marca una línea de apropiación y representación relacionada con los hombres del campo, el ambiente rural y la indumentaria que se usa en estos espacios.
En relación con los elementos paisajísticos, se puede señalar el uso de imágenes relacionadas con cascadas, ríos, termas, mares, etcétera. Bajo la óptica freudiana, el agua tiene connotaciones del nacimiento y significaciones intrauterinas. En el libro de la interpretación de los sueños Freud expone un sueño relacionado con cuerpos de agua (mar y ríos) donde explica que:

“Un gran número de sueños… cuyo contenido es el avanzar a través de estrechísimos espacios o hallarnos sumergidos en el agua, aparecen basados en fantasías referentes a la vida intrauterina -la permanencia en el seno materno y el nacimiento,… Tanto en los sueños como en la mitología queda representada la salida del niño del líquido amniótico por un acto contrario, o sea por su inmersión en el agua. Conocidos ejemplos de esta representación son, entre otros muchos, los nacimientos de Adonis, Osiris, Moisés y Baco”.

Basando el análisis en la propuesta de Freud, Quaintance manifiesta una proyección de la búsqueda de mantener el vínculo maternal, esto puede ser posible si se evidencia la relación con su madre: “haciendo a un lado la orientación sexual de Quaintance, la mujer siempre ha jugado un papel importante en su vida. Él adoraba a su madre, Ella Belle, y ella adoraba a su vez sobre él. Ella incluso le convenció para crear un mural para su iglesia en 1933”. En este sentido es certera la ligadura entre George Quaintance y su madre, sin embargo el agua puede tener otras connotaciones culturales:

“en un sentido general, el agua es emblema de toda la fluidez en el mundo material y de los principios de la circulación del líquido (sangre, savia, semen), la disolución, la mezcla, la cohesión, el nacimiento y la generación […] En psicología, representa la energía del inconsciente y también su misteriosa profundidad y peligros […] la transparencia del agua inmóvil simboliza la percepción contemplativa [...]”

De la anterior cita resaltan tres elementos principales para resaltar, la fluidez que se puede relacionar con el semen, nuevamente el nacimiento y sus implicaciones uterinas y la conexión que se hace con la contemplación. Sin embargo también se puede agregar la tendencia en la cinematografía y literatura occidental, donde el agua juega un papel importante en un ámbito de sensualidad y erotismo, ya que es frecuente mirar a una mujer u hombre empapados, con la ropa ceñida al cuerpo, saliendo de algún cuerpo acuoso; las connotaciones de romanticismo que tienen espacios como la playa, los ríos o los lagos, donde se lleva a cabo el cortejo, el voyerismo o los mismos actos sexuales, siendo ésta una propuesta alternativa que puede sumarse sin contradecir la de Freud y Tresidder en relación a la interpretación de los significados del agua.

Otro elemento que resulta necesario destacar por su continua presencia es el caballo como una figura que aparece relacionada con el contexto campirano que maneja el autor. Freud menciona algo muy específico acerca de caballos salvajes:

“La elaboración onírica simboliza generalmente con animales salvajes los instintos apasionados -del soñador o de otras personas- que infunden temor al sujeto […] De aquí a la representación del temido padre por animales feroces, perros o caballos salvajes […] Pudiera decirse que los animales salvajes sirven para representar la libido, temida por el yo y combatida por la represión”

Bajo la lógica del psicoanálisis freudiano se puede argumentar una interpretación fálica del caballo, relacionada a la castración, que coinciden con las aseveraciones que algún día hizo Freud en relación a los orígenes psicológicos de la homosexualidad: la ausencia del padre y los fuertes vínculos con una madre sobreprotectora, que efectivamente manifestaba Quaintance, que por otro lado también han sido cuestionadas en la actualidad, discusión que no será abordada en este ensayo. En este caso sería preferentemente disponer del caballo como una representación de la libido, temida por el yo, a causa del contexto represivo de Estados Unidos relacionado con la homofobia.

La interpretación del caballo se puede completar con lo descrito por Tresidder “[el caballo es un] símbolo arquetípico de vitalidad, velocidad y belleza animal…Se asocian con la energía sexual, el deseo impetuoso o la lujuria”. Haciendo una interjección entre Freud y Tresidder, el caballo se manifiesta como un ícono relacionado con la sexualidad, que en nuestra cultura occidental concierne a la virilidad masculina. En forma repetitiva se personifica a un hombre sobre un caballo como símbolo de masculinidad en el cine, como un animal de poder y fuerza, su salvajismo se relaciona con la idea de un hombre indomable y libre, lo cual puede adecuarse bastante bien a la obra del autor. La no representación del pene a pesar de la continua presencia de cuerpos desnudos o semidesnudos en la pintura de Quaintance será desarrollada de forma más detallada en el siguiente apartado.

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